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«Quiero olvidar la pesadilla» del Estado Islámico, dice una repatriada kazaja

"Fueron cuatro años infinitamente largos que quiero olvidar", dice a Efe sobre su particular pesadilla Sabinella Ayazbáyeva, repatriada a Kazajistán desde Siria en el marco de la operación "Zhusán", que ha facilitado en dos años el retorno de más de 600 ciudadanos que estuvieron en manos del Estado Islámico (EI). "Vimos bombardeos, cadáveres, casas en ruinas, tiroteos, todo eso lo vimos con nuestros propios ojos (...)", relata la mujer por videoconferencia desde su ciudad natal de Karagandá, en el centro de Kazajistán. Ayazbáyeva, que hoy tiene 30 años, se marchó en 2014 junto a su marido Meréi a Siria. Él se unió a las filas del EI y falleció tres años después en un bombardeo. La kazaja se crió en un entorno laico y nunca se interesó por el islamismo radical. Tras acabar el colegio la joven se matriculó en Derecho, pero pronto conoció a Meréi, quien se radicalizó a través de internet pocos años después de su boda.- EFE/Sabinella Ayazbayeva/SOLO USO EDITORIAL/SOLO DISPONIBLE PARA ILUSTRAR LA NOTICIA QUE ACOMPAÑA (CRÉDITO OBLIGATORIO)

LA NOTICIA DIGITAL, INTERNACIONAL.- Nur-Sultán, 31 mar (EFE).- «Fueron cuatro años infinitamente largos que quiero olvidar», dice a Efe sobre su particular pesadilla Sabinella Ayazbáyeva, repatriada a Kazajistán desde Siria en el marco de la operación «Zhusán», que ha facilitado en dos años el retorno de más de 600 ciudadanos que estuvieron en manos del Estado Islámico (EI).

«Vimos bombardeos, cadáveres, casas en ruinas, tiroteos, todo eso lo vimos con nuestros propios ojos (…)», relata la mujer por videoconferencia desde su ciudad natal de Karagandá, en el centro de Kazajistán.

Ayazbáyeva, que hoy tiene 30 años, se marchó en 2014 junto a su marido Meréi a Siria. Él se unió a las filas del EI y falleció tres años después en un bombardeo.

La kazaja se crió en un entorno laico y nunca se interesó por el islamismo radical.

Tras acabar el colegio la joven se matriculó en Derecho, pero pronto conoció a Meréi, quien se radicalizó a través de internet pocos años después de su boda.

DE KAZAJISTÁN A SIRIA

En 2014, Sabinella y Meréi vendieron su vivienda para trasladarse a Siria. Ella tenía sus dudas, pero él la amenazó con llevarse a los hijos si no le acompañaba.

La familia, que tenía tres hijos, el más pequeño de ellos de un año y medio, hizo un largo trayecto para llegar al país árabe, cruzando Azerbaiyán, Georgia y luego Turquía.

Una vez en Siria, Sabinella fue separada de su esposo. Durante 40 días Meréi fue entrenado en las filas del EI. Y ella comprendió que estaba atrapada.

El matrimonio tuvo dos hijas más en Siria que nacieron sin asistencia médica y con ayuda de otras mujeres como ella.

LA VIDA EN SIRIA CON CINCO HIJOS

Sabinella, que vivió en varias ciudades sirias, entre ellas Al Raqa, reconoce que le causaba pánico dejar que los niños salieran a jugar a la calle, ya que un día la vivienda de sus vecinos se convirtió en un instante en una ruina.

En una ocasión una bomba cayó cerca de la habitación donde dormían sus hijos. «Quedé paralizada unos minutos por el terror», relata.

Un día Meréi no regresó a casa. Había muerto en un bombardeo aéreo, según dijeron.

La ayuda del EI de 50 dólares por adulto y 28 por niño que continuó recibiendo la viuda durante un tiempo «no daba para vivir».

«Salía a recoger setas y plantas para preparar sopas», recuerda. Varias mujeres murieron a manos de francotiradores durante esas escapadas, dice.

«Eso no era vida, era una larga pesadilla», sentencia la kazaja, cuyo único apoyo era su madre en Kazajistán, con la que hablaba una vez al mes cuando conseguía acceder a internet.

OPERACIÓN «ZHUSÁN»

Para poder regresar a su país, Sabinella se desplazó en 2019 desde Al Baguz -donde el EI había perdido el último reducto que le quedaba en Siria- durante 400 kilómetros en un camión con otras mujeres y niños, y después unos 6 kilómetros a pie para llegar al campamento de Al Hol, en el noreste de Siria.

Allí hay unos 62.000 internos, de los que alrededor de 45.000 son extranjeros, casi todos mujeres y niños relacionados con el EI.

Fue allí donde, tras dos meses de espera, las autoridades kazajas les trasladaron a la localidad de Ain Issa, en el norte de la provincia de Al Raqa y controlada por las fuerzas kurdas. De ahí volaron a la ciudad kazaja de Aktau, a orillas del mar Caspio.

«Hasta el último momento no me podía creer que volvería a Kazajistán», afirma Ayazbáyeva.

A FAVOR Y EN CONTRA

Expertos de la ONU han pedido recientemente a 57 estados que repatríen a sus mujeres y niños que aún se encuentran en campamentos en Siria y si bien hay países que «están haciendo esfuerzos», como Rusia o Kazajistán, denunciaron una falta de voluntad general.

La operación «Zhusán», que recibe su nombre del ajenjo, símbolo de la estepa kazaja, fue impulsada en 2018 por el primer presidente, Nursultán Nazarbáyev. Desde 2019 han sido repatriados desde Siria 607 ciudadanos, entre ellos 157 mujeres, 413 niños y 37 hombres.

Una vez en casa, 31 hombres y 18 mujeres fueron condenados a distintas penas por sus vínculos con el EI. Otros cuatro hombres, que regresaron en enero, se encuentran bajo investigación.

Sabinella volvió en la segunda repatriación de un total de seis efectuadas hasta ahora.

La puesta en marcha de la operación estuvo precedida por largos debates.

«Hubo tanto partidarios como detractores de esta operación, incluyendo instituciones estatales, porque al igual que en otros países había el temor de que los ciudadanos repatriados pudiesen traer ideologías radicales a la sociedad», dijo a Efe el asesor de Asuntos Políticos de la Presidencia kazaja, Erlán Karín.

LA VIDA DESPUÉS DE LA VUELTA

La iniciativa prevé un largo periodo de adaptación de los repatriados a la vida normal. El Centro «Akniet» (Buenas intenciones), creado en 2014 como parte de un programa estatal para contrarrestar el extremismo religioso y el terrorismo, ayuda en su reintegración, a menudo con el apoyo de psicólogos.

«Los niños son los que más han sufrido», dice a Efe su director, Alim Shaumétov, quien asegura que casi todas las mujeres que, como Sabinella, regresaron pudieron reintegrarse en la sociedad.

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