En nuestro país, la búsqueda de atención médica a menudo se entrelaza con desafíos
socioeconómicos y culturales que exacerban la vulnerabilidad del paciente. Las desigualdades
en el acceso a la salud, las diferencias en el nivel educativo y la confianza depositada en la
figura del médico como autoridad pueden amplificar el impacto negativo de la falta de empatía
en la relación clínica y, por ende, en la salud mental.
La vulnerabilidad del paciente dominicano se ve moldeada por factores contextuales únicos.
La limitada disponibilidad de recursos en algunos centros de salud puede generar largas esperas y
una atención apresurada, lo que dificulta la construcción de una relación médico-paciente
basada en la escucha y la comprensión. Además, las diferencias en el nivel educativo pueden
crear una asimetría de poder significativa, donde el paciente se siente aún más dependiente de
la información proporcionada por el médico y menos inclinado a cuestionar o expresar sus
dudas.
En un contexto cultural donde se tiende a idealizar la figura del médico, una actitud
distante o desinteresada puede generar una profunda decepción y sensación de abandono.
Las manifestaciones de la falta de empatía en la práctica médica dominicana pueden tomar
formas particulares. La sobrecarga de trabajo que enfrentan muchos profesionales de la salud
en el sistema público y privado puede, lamentablemente, traducirse en una atención más
impersonal y menos centrada en las necesidades emocionales del paciente.
El uso excesivo de un lenguaje técnico sin la debida explicación en un lenguaje accesible puede alienar al paciente
y hacerlo sentir ignorado. En ocasiones, las creencias culturales arraigadas pueden influir en la
comunicación, donde las preguntas del paciente pueden ser interpretadas como una falta de
confianza en la autoridad médica, lo que podría llevar a respuestas evasivas o impacientes.
Es crucial reconocer que estas dinámicas no son inherentes a la cultura dominicana, sino más bien
desafíos sistémicos que pueden exacerbar la falta de conexión empática.
El impacto en la salud mental de esta falta de empatía puede ser particularmente significativo.
En un contexto donde el acceso a servicios de salud mental puede ser limitado y estigmatizado,
una experiencia negativa en la atención primaria o especializada puede disuadir a las personas
de buscar ayuda para problemas de salud mental derivados de sentirse no escuchados o
invalidados. La desconfianza generada por una mala experiencia puede extenderse a todo el
sistema de salud, creando barreras para la búsqueda de atención futura. Además, en
comunidades donde las redes de apoyo social pueden ser fundamentales, sentirse aislado y no
comprendido por la figura médica de confianza puede tener un impacto aún mayor en el
bienestar emocional.
Reconociendo la importancia de la empatía en la atención médica dominicana, es fundamental
abogar por un enfoque más humano y compasivo. Iniciativas que promuevan la comunicación
efectiva, la escucha activa y la sensibilidad cultural en la formación de los profesionales de la
salud son cruciales. Adaptar modelos de atención centrados en el paciente, que valoren la
experiencia subjetiva y las necesidades emocionales, puede mejorar significativamente la
calidad de la atención y fortalecer la confianza en el sistema de salud.
Invertir en la formación continua de los profesionales de la salud en habilidades de comunicación y empatía,
considerando las particularidades culturales de la población dominicana, es un paso esencial.
Como conclusión, la vulnerabilidad del paciente dominicano ante la falta de empatía médica se
agudiza por factores socioeconómicos y culturales que influyen en la dinámica de la relación
clínica.
Las consecuencias para la salud mental pueden ser especialmente graves en un
contexto de acceso limitado a servicios de salud mental y donde la confianza en la figura
médica es tradicionalmente alta. Es necesario fomentar una cultura de empatía en la atención
médica, adaptada a las particularidades de nuestro país, esto no solo mejorará la satisfacción
del paciente y la adherencia al tratamiento, sino que también contribuirá significativamente al
bienestar emocional y la salud mental de nuestra población.
Este es un llamado a humanizar aún más la práctica médica en la República Dominicana, reconociendo la dignidad y la
experiencia individual de cada persona que busca alivio y cuidado.
Por: Carlos Javier
Psicólogo Clínico
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